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miércoles, 8 de octubre de 2014

El dilema del hijo único

Ahora que Pintxo ha cumplido dos años me empieza a rondar por la cabeza el dilema del hijo único. Ahora que algunas de las chicas que estuvieron embarazadas a la vez que yo vuelven a estarlo por segunda vez,  y alguna incluso ya ha parido, hace que me replantee la idea de no tener más hijos.

He contado ya alguna vez que ya estando embarazada tenía la sensación de que ese embarazo iba a ser el único que iba a vivir en mi vida y por eso lo disfruté tanto y tengo un recuerdo maravilloso de aquellos 9 meses.

Cuando salí del paritorio sentencié que no volverían a verme el pelo por allí nunca más y en la época de recién nacido de Pintxo no me cabía duda de que no volvería a pasar por todo eso otra vez.

Pero claro, todo eso pasa, el tiempo cura muy bien las heridas y hace que olvidemos muchos malos ratos y una, aunque 23 horas al día parezca un ogro desalmado, pues también tiene su corazoncito y al ver una embarazada se enternece y siente, aunque sea por una microcentésima de segundo, un poquito de envidia. Claro que este sentimiento se esfuma en cuanto me vienen a la cabeza todos los recuerdos de las noches en vela y el agotamiento extremo, pero aún así hace que me replantee el asunto.

Si no tengo más hijos Pintxo será hijo único, obvio. Pero también hay muchas probabilidades de que sea nieto único, ya que sus dos tíos no parece que vayan a procrear, y por tanto será también sobrino único. ¿No será demasiado único el pobre? Ya me estoy viendo en las cenas de Navidad a las diez en la cama, aunque esto realmente es un punto a favor.

Nuestra casa no se parecerá en nada a la de La tribu de los Brady y por muy divertido que parezca crecer y vivir en una casa así, yo no estoy capacitada para asumir semejante papel de madre.

Admiro profundamente a las mujeres que repiten maternidad, me parece una proeza, y no digamos a las madres de familias numerosas, a las que repiten una y otra vez. Pongamos como ejemplo a las blogeras La Madre Tigre con sus 5 fieras, la Mamá española en Alemania con 4 hijos o la americana Love Taza embarazada del tercero viviendo en la frenética Nueva York.

A menudo escucho que muchas mujeres se lanzan a por el segundo hijo bajo el pretexto de no dejar solo a primero, para que tenga compañía. Ésta puede que sea una buena razón, pero a mí no me es suficiente. Puede que parezca egoísta pero con esto de la maternidad he llegado a la conclusión de que lo realmente egoísta es decidir tener hijos, y me explico. Que se sepa aquí nadie pide nacer, es decir, nos traen al mundo y lo deciden por nosotros. Ahora bien, esa decisión, a priori egoísta, de una pareja que desea formar una familia tendrá que ser compensada con infinitas dosis de generosidad y sacrificio para satisfacer, en medida de lo posible, las exigencias de sus vástagos. Por tanto el toma y daca queda compensado.

A mí me da que lo que nos pasa es que nos da pena ver lo rápido que crecen nuestros pequeños y que entra la nostalgia al retirar esas ropitas que se van quedando pequeñas y que es entonces cuando una especie de enajenación mental transitoria hace que nos lancemos otra vez en busca de otro cachorro.

Yo de momento lo tengo claro, lo más conveniente y sensato para nosotros es quedarnos como estamos, espero que si alguna vez me atrapa la enajenación lo haga mientras la tía doña Regla está de visita. Por si acaso no voy a decir aquello de "de este agua no beberé".


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